En la crisis del Estado del bienestar está
influyendo la ineficacia del Estado Social, donde la ocupación estatal de
espacios en los que es posible obtener rentabilidades económicas mayores o
mayor eficiencia, lleva a promover políticas de privatización de grades
sectores de la actividad pública con el fin de poder ser explotados por sujetos
privados en la creencia de aumentar la creación de riqueza y con ello el
crecimiento económico.
El papel del Estado, según algunos no cambia, cambiando
su forma de actuación; el Estado prestador se convierte en Estado regulador,
para regular y vigilar a quienes lo hacen por él, para garantizar que los
servicios, que son esenciales se presten adecuadamente.
La función social del Estado, conseguida después
del Estado liberal clásico y nacida a mediados del siglo XIX, no puede sucumbir
a la corrupción generalizada, las nuevas estructuras territoriales, nuevas
Administraciones autonómicas, o a la creación de empresas con capital público
que en nada mejoran en muchos casos la eficiencia ni la rentabilidad de la
gestión.
Por otra parte hay servicios públicos, pilares de
nuestro actual Estado del bienestar como son la Sanidad, la Educación y la
dependencia que bajo ningún concepto pueden ser gestionados por la gestión
privada ya que su función social se contrapone a su rentabilidad económica. Debemos de plantearnos
si queremos para determinados servicios buscar rentabilidad o primar la labor
social del Estado que queremos.
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